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Gestión estratégica de la tecnología en los laboratorios ópticos: una mirada desde la alta dirección

La industria óptica ha experimentado tres grandes revoluciones tecnológicas en las últimas décadas: el paso del lente convencional al lente digital, la automatización de las plataformas de producción, y hoy, la irrupción de la tecnología de procesos compactos, que integran varias etapas de fabricación en una sola máquina. Cada una de estas transiciones representa un reto para quienes lideran las operaciones en laboratorios, y exige una mirada estratégica y humana para tomar decisiones efectivas.

Uno de los principales desafíos que enfrenta la dirección de operaciones es la integración de plataformas tecnológicas emergentes. La experiencia en ingeniería y gestión ya no es suficiente: hoy se debe dominar un nuevo lenguaje tecnológico, comprender los principios de la inteligencia artificial y tener la capacidad de tomar decisiones basadas en datos en tiempo real. Este proceso requiere de un enfoque autodidacta, aprendizaje continuo y, sobre todo, una mentalidad abierta al cambio.

No se trata solo de instalar una nueva tecnología, sino de validar su pertinencia: ¿realmente responde a las necesidades del mercado?, ¿es viable en nuestro entorno operativo?, ¿garantiza un retorno de inversión adecuado? La verdadera medida del éxito en la implementación tecnológica está en la respuesta del equipo humano: su capacidad para comprender, aplicar y potenciar el uso de estas herramientas determina si la inversión fue acertada.

En este contexto, la diferenciación mediante productos de alta gama cobra especial relevancia. Ya no se compite solo por precio; se compite por experiencia, por adaptación a las necesidades específicas del usuario final, por calidad en cada detalle. Las nuevas tecnologías permiten estratificar mejor estas necesidades y diseñar soluciones ópticas que respondan de forma precisa a cada perfil de paciente.

El mundo se encamina hacia una industria donde la producción compacta marcará la pauta: máquinas que integran bloqueo, tallado, pulido, grabado y biselado, reduciendo la variabilidad del proceso y aumentando la consistencia. Esta tecnología ya es una realidad y, en menos de una década, redefinirá el panorama de los laboratorios a nivel global. Los centros de producción que adopten estas soluciones ganarán en competitividad y versatilidad, especialmente en mercados de alta gama.

Sin embargo, también es fundamental gestionar con inteligencia los activos actuales. Una máquina bien cuidada tiene una vida útil de hasta 20 años. La decisión de renovar tecnología debe responder a un análisis estratégico profundo, no a modas. Hay que determinar cuándo es el momento adecuado para hacer la inversión, sin desperdiciar el potencial de los equipos existentes.

Y sobre todo, hay que apostar por el talento humano. Ningún sistema, por sofisticado que sea, reemplaza la experiencia, la intuición y el compromiso de un equipo formado y motivado. Los profesionales son responsables de dispositivos médicos; su trabajo impacta directamente la calidad de vida de las personas. La tecnología es una herramienta poderosa, pero es el factor humano quien la convierte en valor.

El futuro del director de operaciones está en desarrollar nuevas habilidades: programación, interpretación de big data, uso de protocolos tecnológicos. Pero también en liderar con visión, en equilibrar estrategia, metodología, tecnología y cultura organizacional. La revolución tecnológica no es opcional; lo que sí podemos elegir es cómo la vamos a liderar.

Porfirio Rafael Maradiaga Torres

Ingeniero Industrial, Universidad Autónoma de Honduras

Estudios de Especialización en Ingeniería Óptica de FreeForm y Procesos de Producción en Rodenstock, Alemania

Director de Producción y Operaciones, Shamir México


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