Vivimos una etapa de profunda reconfiguración del equilibrio económico y político global. Desde la pandemia de COVID-19, los desafíos no han cesado; a sus secuelas se han sumado nuevas tensiones: guerras abiertas y latentes, decisiones gubernamentales, ajustes arancelarios, cambios en rutas comerciales, disminución de remesas hacia el continente y las propias dificultades políticas y sociales de nuestros países. Estos factores han alterado las dinámicas comerciales internacionales y el comportamiento económico local, impactando directamente en nuestro sector.
Por ejemplo, el incremento de aranceles en Estados Unidos representa un riesgo significativo para las empresas exportadoras. Las compañías europeas fabricantes de monturas —con valor agregado hecho a mano, sello CE y gran aceptación en el mercado estadounidense— podrían enfrentar aumentos de hasta el 30 % en su costo final, lo que reduciría dramáticamente sus ventas y pondría en riesgo su continuidad. Una situación similar afecta a empresas asiáticas sometidas a condiciones arancelarias equivalentes.
Como respuesta lógica, muchas marcas buscan nuevos mercados, y América Latina se perfila como una alternativa viable para compensar parte del vacío comercial dejado por el mayor consumidor del mundo. En consecuencia, fabricantes internacionales están dirigiendo sus propuestas directamente a nuestra región.
Algunos de nuestros países ya se consolidan como centros de acopio y distribución para América Latina. Este nuevo escenario permite que el mercado sea atendido directamente por fabricantes, entre los cuales destacan empresas asiáticas, que ofrecen producciones flexibles, líneas de crédito anteriormente inexistentes y la creación de filiales en nuestro territorio.
En este contexto, los distribuidores tradicionales —actores fundamentales en la cadena de valor y generadores de empleo— se ven directamente afectados. Su reto es entender el momento, fortalecer sus vínculos con el mercado, y crecer apoyados en su trayectoria, prestigio y conocimiento. Estrategias que van más allá del precio cobran ahora más importancia que nunca, así como también pensar en ampliar sus operaciones o establecer alianzas con otros países del continente.
La entrada de nuevos competidores podría generar una presión hacia precios más bajos, lo que pone en riesgo la rentabilidad. Históricamente, una reducción en los precios de distribución suele trasladarse al consumidor final, comprometiendo la sostenibilidad de las operaciones, sobre todo ante el creciente costo de vida en nuestras economías.
Durante la pandemia, muchas empresas se reinventaron con agilidad y lograron crecer. Hoy enfrentamos una exigencia igual de fuerte: el crecimiento empresarial dependerá de cuán inteligentes, creativos y estratégicos seamos como comunidad.
Queridos empresarios y colegas de América Latina: el momento exige decisiones racionales y analizadas. Es vital proteger los márgenes, cuidar nuestros mercados, apoyar a nuestra comunidad y fomentar la integración y el desarrollo empresarial latinoamericano. El mundo está mirando hacia esta región, y con ello, se abren oportunidades para todos los que formamos parte del sector.



