La forma en que se eligen las gafas cambió. Ya no se trata solo de ver bien o de seguir una moda, se trata del sentirse identificado. Es así, como detrás de cada montura hay una historia, un valor y una manera de mirar el mundo. Tal como lo plantea Sebastián Chacón, especialista en tendencias, quien analiza cómo la moda óptica está viviendo una transformación profunda impulsada por consumidores más conscientes, informados y exigentes.
De las tendencias impuestas a los valores compartidos
Durante décadas, la industria de la moda dictaba lo que se usaba. Hoy, explica Chacón, sucede lo contrario: “Las tendencias no las impone un diseñador; las marcan las personas”.
Fenómenos como la pandemia, los conflictos internacionales y la vida digital acelerada cambiaron las prioridades. “Ya no compramos por impulso ni por lujo. Buscamos productos que representen lo que creemos y cómo queremos vivir”, afirma.
Esa búsqueda ha hecho que el consumidor actual —en especial el más joven— piense dos veces antes de elegir una marca. “No basta con que una montura sea bonita o costosa. Si la marca apoya causas con las que no estoy de acuerdo, simplemente no la compro”, dice Chacón.
La coherencia es el nuevo lujo
Las personas se identifican con marcas que sostienen sus principios en el tiempo, no con las que los usan como estrategia temporal.
“El público ya no se deja engañar. Si una marca solo habla de diversidad cuando está de moda, pero luego guarda silencio, pierde credibilidad. Hoy el consumidor nota todo”, asegura.
Esa misma conciencia está impulsando la preferencia por los productos duraderos y sostenibles, elaborados con materiales reciclados o naturales, y por la moda circular, que reivindica el valor del reúso. Lo que antes se veía como una opción “barata”, hoy es símbolo de responsabilidad.
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Monturas que encajan con la época
El cambio no solo es ético, también estético. Las tendencias para 2026, según Chacón, marcan un regreso a la proporción, a la forma que acompaña el rostro sin dominarlo.
“Venimos de años de monturas grandes, audaces, incluso exageradas. Ahora veremos diseños más compactos, envolventes y técnicos, con un aire futurista”, explica.
Los colores tenderán hacia los tonos metálicos y naturales, mientras los materiales evolucionan hacia el bioacetato, bionylon o biopoliamidas. La meta global es clara: que para 2030 la mayoría de las monturas sean biocompatibles y sostenibles, ya que “la moda no se mide solo por estilo, sino por impacto”, resume.
Tecnología que se lleva puesta
El futuro ya llegó, y está sobre el rostro. Las nuevas gafas inteligentes combinan visión, sonido y conectividad. Chacón menciona las Ray-Ban Meta, capaces de grabar y transmitir en tiempo real, y las nuevas líneas de Oakley, que integran audio direccional y asistencia inteligente.
“No es solo un accesorio; es una extensión de la persona. Estas gafas permiten registrar lo que vemos, escuchar con claridad e interactuar sin perder naturalidad”, explica.
Además, su aporte va más allá de lo tecnológico. Algunas incorporan sistemas auditivos discretos que ayudan a personas con pérdida leve de audición sin el estigma de los audífonos tradicionales. “Es un ejemplo de cómo el diseño y la tecnología pueden resolver problemas reales”, añade.
El reto: entender al consumidor, no venderle
El mayor desafío, según Chacón, está en las ópticas y en cómo se comunican con las personas. “Ya no basta con hablar de materiales o precios. Hay que hablar de emociones, de estilo de vida, de valores”, señala.
La invitación es a transformar la venta en una conversación genuina: ¿qué busca este cliente?, ¿qué le preocupa?, ¿qué lo inspira? “Tenemos monturas que hacen suspirar —dice Chacón—, pero para ofrecerlas hay que saber a quién hacen suspirar”. Las gafas, concluye, ya no solo mejoran la visión, sino también revelan la identidad de quien las usa y aquello que se quiere mostrar al mundo. Cada diseño, cada color y cada material tiene una historia detrás. Y elegir una montura hoy es, más que nunca, una forma de decir: así quiero mirar la vida.
