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Biohacking y lentes oftálmicos: una oportunidad para liderar con ciencia

El biohacking, una tendencia que busca optimizar la salud y el rendimiento humano mediante intervenciones tecnológicas, nutricionales y de estilo de vida, ha dejado de ser una tendencia marginal para convertirse en un campo interdisciplinario en expansión. En este contexto, los lentes oftálmicos con filtros selectivos emergen como una herramienta relevante para modular la luz y proteger funciones esenciales como el sueño y la concentración. ¿Por qué es importante que los profesionales de la salud visual lideren esta conversación?

¿Qué es el biohacking y por qué compete al sector óptico?

El biohacking es la optimización del rendimiento humano a través de intervenciones intencionales: desde la alimentación y el sueño, hasta el uso de tecnología y dispositivos. Como explica Martín De Tomás (Product Manager Novar, Argentina), “no es moda, no es nuevo”, sino un campo serio que ya forma parte de la medicina funcional y el bienestar integral.

Sin embargo, al buscar “lentes para biohacking” en internet, el resultado es alarmante: ópticos, optómetras y oftalmólogos están ausentes del debate, cediendo el espacio a influencers sin formación técnica. Esto genera confusión y promueve el uso inadecuado de dispositivos ópticos sin criterios clínicos.

Filtros selectivos: tipos, usos y recomendaciones

La luz azul —en especial la emitida por LEDs y pantallas— tiene un impacto directo sobre el reloj biológico. Por eso, se ha popularizado el uso de filtros con tonalidades amarillas, naranjas y rojizas, que permiten manejar la exposición lumínica según el momento del día.

  • Filtro amarillo (450 nm): ideal para el día. Filtra el exceso de azul-violeta nocivo, potencia el azul turquesa y favorece la dopamina. Mejora el estado de alerta y el ánimo.
  • Filtro naranja (511–550 nm, idealmente 527 nm): recomendado al atardecer. Reduce la activación cerebral por luz azul, favoreciendo la secreción de melatonina y el inicio del sueño.
  • Filtro rojo: corta casi todo el espectro visible. Se reserva para trastornos severos del sueño y solo se usa brevemente antes de dormir.

La clave está en la personalización: no existe un “lente para todo el día”. Incluso los filtros terapéuticos deben diferenciarse de simples tinturas. Estas últimas, además de degradarse más rápido, no garantizan un corte preciso de longitud de onda.

Una responsabilidad profesional

Los filtros selectivos ya no son exclusivos del área de baja visión. Hoy forman parte del arsenal de nutricionistas, deportólogos, médicos funcionales y especialistas en bienestar. En ese escenario, el rol del profesional de la visión es esencial para recomendar el filtro adecuado, evaluar su uso en contexto y certificar su curva espectral.

Como señala Martín: “Ni siquiera el lente progresivo sirve para todo. El all-in-one no existe”. Es momento de que el sector óptico recupere el liderazgo en la asesoría técnica, desterrando mitos y promoviendo decisiones informadas.

Conclusión

En el camino hacia una mejor calidad de vida, los lentes oftálmicos con filtros selectivos se consolidan como herramientas clave del biohacking. Su potencial no está en la moda, sino en el conocimiento científico que los respalda. En un entorno de sobreexposición lumínica, la correcta selección y uso de estos filtros puede marcar la diferencia entre un ritmo circadiano saludable o alterado.

Los profesionales de la salud visual tienen hoy la oportunidad —y la responsabilidad— de asumir un rol activo en este campo emergente. No solo para proteger la visión, sino para contribuir al bienestar general de sus pacientes en todas las etapas de la vida.

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