En la industria óptica, donde la precisión, la trazabilidad y la experiencia del cliente son factores determinantes, la gestión eficiente de procesos se ha convertido en un diferenciador estratégico para laboratorios y empresas del sector. Así lo plantea Marcelo Orellano, experto con amplia trayectoria en operaciones, tecnología y desarrollo organizacional, quien en una reciente entrevista compartió una visión integral sobre el impacto de los procesos bien diseñados en la sostenibilidad empresarial.
Orellano destacó que uno de los principales obstáculos en los laboratorios ópticos es la cultura reactiva, centrada en “apagar incendios”. Este enfoque, aunque común, impide avanzar hacia un modelo operativo estable, escalable y enfocado en el cliente. En contraposición, propone adoptar una mentalidad de mejora continua, que permita diagnosticar, redefinir y optimizar cada etapa del flujo de trabajo, desde la recepción de una orden hasta la entrega del producto final.
Más allá de los sistemas y las herramientas técnicas, el especialista insistió en que el cambio comienza en las personas. Las habilidades blandas —liderazgo, comunicación, trabajo colaborativo— son las que realmente permiten movilizar equipos, sostener cambios organizacionales y mantener el enfoque en la mejora, incluso en contextos complejos. “La diferencia la hace quien se pregunta cada día: ¿qué podemos mejorar hoy?”, subrayó.
En cuanto a la implementación práctica, Orellano señaló que la gestión por procesos requiere definir alcances claros, estructurar indicadores clave y mantener constancia en el monitoreo. Este enfoque no solo aumenta la productividad y reduce errores, sino que también fortalece la toma de decisiones, permite anticiparse a los cuellos de botella y genera valor para el cliente final.
En tiempos en los que la tecnología —incluida la inteligencia artificial— avanza rápidamente, el experto recordó que los procesos no deben ser vistos como un obstáculo, sino como el marco que permite a la innovación desplegar su verdadero potencial. La transformación digital solo tiene sentido si está respaldada por una operación estable, capaz de adaptarse sin perder calidad ni eficiencia.



