Valentina Giraldo Martínez, periodista de Franja Visual
En un mercado donde la personalización visual es clave, los lentes fotocromáticos han ganado terreno no solo por su capacidad de adaptarse a la luz, sino por la forma en que lo hacen: con color. La industria óptica ha apostado por tonalidades que van más allá del clásico gris, incorporando opciones como el verde oliva, el ámbar y el cobre, que se transforman sutilmente al contacto con los rayos solares.

Estos colores no solo aportan protección frente a la radiación, también imprimen carácter. Tonos cálidos como el ámbar suavizan la expresión del rostro y se asocian con una estética vintage que ha vuelto con fuerza. Por su parte, los verdes y cobrizos remiten a una sofisticación sobria, ideal para quienes buscan destacar con elegancia.

Esta tendencia también ha llegado al diseño de las monturas. Las formas envolventes, los armazones en tonos neutros o metálicos y los acabados mate permiten que el color del lente se convierta en el punto focal. Así, lo funcional se vuelve estético, y la transición del lente ya no es solo una respuesta a la luz, sino una declaración de estilo.

Los lentes fotocromáticos se reinventan como un accesorio camaleónico que responde tanto al entorno como a la identidad del usuario. En la nueva moda óptica, el color no se queda atrás: evoluciona, se activa y expresa.



