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Manejo de talento humano

Ella Rojas, OD

Editora del Área de Manejo del Personal

Hace poco ocurrió una situación incómoda en la escuela de fútbol de mi hijo, relacionada con temas administrativos. La reacción de algunos padres fue inmediata: buscar otra alternativa de formación más adecuada y considerar cambiar a sus hijos de escuela. Sin embargo, esa decisión apresurada impactaba directamente el partido que se jugaría al día siguiente. A pesar de que el equipo venía de una racha de derrotas, en mi opinión, el compromiso no podía interrumpirse.

Más allá de si las razones eran justificadas o no, se trataba de una decisión difícil. No presentarse significaba perder por W y dejar a los niños que aún querían jugar sin equipo. Entonces, uno de ellos dijo algo que me marcó: “yo si quiero ir, porque no voy a abandonar a mi equipo”. Su respuesta me pareció muy sabia. En familia llegamos a la conclusión que ahora repetimos como lema: ¡No se abandona! Aun cuando el error sea de la institución.

Si trasladamos esta enseñanza a la vida profesional, es una lección poderosa. 

En lo laboral, en el emprendimiento, en el negocio, no se abandona. Si el error es de la empresa donde trabajamos, lo correcto es comunicarlo con claridad, expresar la inconformidad… pero no dejar el compromiso de manera abrupta. Por respeto a tu palabra, a tu función dentro del equipo, a ti mismo. Aunque vayas perdiendo (como en el caso del equipo de fútbol), aunque las ventas no se estén dando, aunque el ambiente laboral no sea ideal, honra el compromiso hasta el final. 

Porque cuando alguien renuncia sin previo aviso, siempre hay un afectado: un paciente que fue con gran esfuerzo a la cita, una empresa que no tiene reemplazo inmediato, un compañero que le toca doblarse, un empleado que queda sin trabajo o un equipo que pierde un jugador clave.

Lo mismo ocurre si la óptica recién inaugurada no está dando los resultados esperados, si el emprendimiento no despega, si el equipo no llega a la meta de venta o si el negocio se estancó. 

¡No se abandona! Se enfrenta. Se ajusta el horario, se busca una estrategia distinta, se buscan otras formas. Pero no se renuncia hasta agotar todos los recursos, y saber que se intentó. Claro está: no se puede mantener algo que no funciona, hay momentos para cerrar ciclos, con gallardía y respeto.

Si ya no te conviene ese empleo porque las condiciones no son justas o el trato no son las mejores, no desaparezcas. Habla claramente, expresa lo que intentaste, “pon las cartas sobre la mesa” di lo que intentaste. Cierra el ciclo, sabiendo que lo diste todo, que hiciste lo mejor posible y fuiste franco y directo con respecto a tus necesidades, sin huir. Siempre habrá otra manera.

¡Alto! No tomes decisiones apresuradas sin intentarlo todo. Pero si diste lo mejor de ti y los objetivos no se cumplieron, entonces sí: da el paso, con la certeza de haberlo intentado.

Como dice Micahel Jordan “Si abandonas una vez se convertirá en un hábito. Nunca abandones”.

¡Hay que cerrar ciclos, pero no abandonar!


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