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Miopía, acomodación y visión binocular en niños

La Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Agencia Internacional para la Prevención de la Ceguera (IAPB) han clasificado los defectos refractivos como la segunda causa más común de ceguera, después de las cataratas. Actualmente, estos defectos son responsables de discapacidad visual en 88,4 millones de personas en todo el mundo. (1)

En este contexto, el concepto de buena visión no se limita únicamente a una agudeza visual (AV) normal, sino que también involucra una visión binocular adecuada, una acomodación eficiente, habilidades oculomotoras y un procesamiento visual correcto en la corteza cerebral. Sin embargo, la alta prevalencia de alteraciones visuales, junto con la falta de exámenes preventivos para detectar los defectos refractivos en niños en edad escolar, ha llevado a que un grupo importante de infantes no alcance la AV óptima durante esta etapa. La ausencia de corrección de los errores refractivos en este período crítico del desarrollo puede dar lugar a síntomas como dolores de cabeza, alteraciones posturales y dificultades de concentración, lo que afecta el rendimiento académico. (2)

Diversos estudios han demostrado que la prevalencia de la miopía en los niños varía significativamente según la ubicación geográfica y la edad, con cifras que oscilan entre el 1,9 % en Irlanda del Norte hasta el 84 % en Taiwán.3 Aunque la prevalencia varía considerablemente entre regiones, distintos estudios han documentado un aumento progresivo en la incidencia de la miopía en diversas poblaciones infantiles.

Ante este panorama, las investigaciones actuales se han enfocado en identificar tratamientos que permitan restringir eficazmente la progresión de la miopía, con el objetivo de prevenir complicaciones oculares a largo plazo, como glaucoma, catarata, degeneración macular y desprendimiento de retina.

Entre los factores implicados en el desarrollo de la miopía se han identificado tanto la predisposición genética como diversos factores ambientales, entre ellos, el tiempo reducido al aire libre y la exposición prolongada a tareas en visión próxima. (3) Asimismo, se han desarrollado estudios como el de Tideman et al., (4) que proporciona valores normativos de longitud axial útiles para el monitoreo del crecimiento ocular en niños. Estos datos permiten a los profesionales de salud visual identificar un crecimiento ocular excesivo, a una edad temprana, facilitando la toma de decisiones clínicas en torno a estrategias de prevención y control de la miopía.

De acuerdo con el Instituto Internacional de la Miopía (IMI), el valor umbral actual para definir una condición de miopía es un defecto refractivo esférico equivalente de ≤ −0,50 D. Esta se clasifica en miopía baja (entre −0,5 D y > −6,00 D) y miopía alta (≤ −6,00 D). Este criterio se establece siempre que la refracción se realice bajo el efecto de un ciclopléjico, lo cual es especialmente importante en los niños, dado el marcado componente acomodativo en este grupo de edad, que puede inducir casos de pseudomiopía.

El IMI también recomienda prestar especial atención a los niños con valores refractivos entre +0,75 D y > −0,50 D, rango denominado pre-miopía. En estos casos, la combinación del defecto refractivo subyacente, la edad y otros factores de riesgo medibles conlleva una probabilidad significativa de desarrollar miopía en el futuro, por lo que sugiere considerar intervenciones preventivas. (2)

En esta línea, el estudio longitudinal CLEERE (Collaborative Longitudinal Evaluation of Ethnicity and Refractive Error) realizó un seguimiento al estado refractivo, medido mediante autorefracción ciclopléjica, en cerca de 5.000 niños de 6 a 14 años durante más de una década. En esta investigación, la emetropía se definió como un error refractivo en los meridianos horizontal y vertical entre +1,00 D y -0,25 D.

Los resultados mostraron que, en el crecimiento normal ocular en escolares emétropes, el meridiano horizontal disminuyó de una media de +0,64 D a los 6 años a +0,28 D a los 14 años, mientras que el meridiano vertical pasó de una media de +0,58 D a los 6 años a 0,33 D a los 14 años. Estos hallazgos permiten interpretar que, si un niño emétrope en edad escolar disminuye 0,50 D o más de hipermetropía esperada para su edad en un solo año, es posible que se encuentre en una trayectoria hacia el desarrollo de miopía. (5)

Identificar la pre-miopía implica reconocer una situación en la que un niño aún no presenta una refracción negativa, pero combina factores de riesgo y/o un patrón de crecimiento ocular que indica una alta probabilidad de progresión a la miopía. Además, si existen antecedentes familiares como tener un padre miope triplica el riesgo de miopía infantil, mientras que tener dos padres miopes eleva el riesgo a seis veces más que en niños sin ese antecedente familiar. Por otro lado, pasar menos de 90 minutos al día al aire libre también se asocia con un mayor riesgo de desarrollar miopía, especialmente si se combina con más de tres horas diarias en actividades en visión próxima, fuera del horario escolar.

Existen varios factores asociados al desarrollo de miopía en niños, algunos de los cuales están vinculados a aspectos de la visión binocular, a la respuesta acomodativa (6) y a condiciones refractivas específicas:

 

Relación acomodación por convergencia acomodativa (AC/A): una relación AC/A elevada, típicamente observada en niños con endoforia en visión de cerca, se ha asociado con un riesgo significativamente mayor de desarrollar miopía. De hecho, este riesgo aumenta más de 20 veces en el transcurso de un año.

Retraso acomodativo: un mayor lag en la respuesta acomodativa también se ha vinculado con el inicio y progresión de la miopía. Este retraso indica que el sistema visual no enfoca adecuadamente durante el trabajo cercano, lo cual podría estimular un crecimiento axial excesivo.

Exotropia intermitente: se ha observado que la exotropia intermitente —particularmente en visión de lejos— puede ser un factor asociado con la aparición temprana de miopía en niños.

Pre-miopía: el factor predictivo más relevante es la hipermetropía manifiesta reducida en la infancia. Un niño de 6 – 7 años con +0,50 D o menos tiene una alta probabilidad de desarrollar miopía, incluso sin antecedentes familiares ni factores ambientales desfavorables. La tasa más acelerada de cambio de refracción en los niños miopes ocurre en el año anterior al inicio, por lo que el niño que es menos hipermétrope de lo esperado para la edad, debe ser monitoreado de cerca, especialmente si coexisten otros factores de riesgo.

El papel de la acomodación en el desarrollo y progresión de la miopía ha sido ampliamente debatido. En los últimos años, se ha profundizado en la comprensión de los mecanismos implicados, y el IMI ha revisado las variaciones en los parámetros oculares asociados con la acomodación y su influencia en la miopía.

La convergencia, estrechamente relacionada con la acomodación, también ha sido objeto de análisis. Entre los temas discutidos se encuentran: la relación entre acomodación y miopía, el efecto de la frecuencia espacial y el contraste en tareas de visión cercana, el retraso de la acomodación y la relación AC/A. Asimismo, se ha abordado el impacto del desenfoque retinal y de la frecuencia espacial en condiciones de trabajo cercano, factores que podrían influir en la progresión de la miopía.

 

No obstante, aún falta investigar la respuesta del cuerpo ciliar y su relación con los cambios en la coroides. Por ello, se requieren más estudios para esclarecer los mecanismos acomodativos y binoculares implicados en el desarrollo de la miopía, con el fin de orientar las intervenciones que ralenticen su progresión.6 Por lo anterior, se justifica la necesidad de realizar una evaluación integral de la función visual, salud ocular y parámetros anatómicos oculares en los niños, incluyendo el análisis del sistema acomodativo y la visión binocular. Ver Tabla 1.

Tabla 1. Pruebas clínicas recomendadas a realizar en niños con pre-miopía y miopía.

Conclusiones

El seguimiento permanente y una evaluación integral de la visión binocular, la respuesta acomodativa y las condiciones anatómicas y refractivas en la infancia son cruciales para identificar tempranamente el riesgo de desarrollar miopía y orientar intervenciones oportunas y personalizadas.

Además, es fundamental que los pacientes y padres estén informados sobre las causas y factores de riesgo de la miopía, de modo que puedan reconocer el perfil de riesgo de sus hijos y tomar medidas para reducir la exposición a factores modificables. Utilizar información escrita sencilla es clave para reforzar la educación verbal en el consultorio y, sirve como referencia para los controles. Esta conversación, debe tener lugar tanto con los padres de niños en riesgo de desarrollar miopía (pre-miopía) como con aquellos cuyos hijos ya son miopes.

 

Referencias

  1. Organización Mundial de la Salud. Organización Mundial de la Salud. 2023 [cited 2024 Jun 27]. Ceguera y discapacidad visual. Available from: https:// www.who.int/es/news-room/fact-sheets/detail/ blindness-and-visual-impairment
  2. Monika M, Durajczyk M. Evaluation of the Prevalence of Refractive Defects and Ocular Function in a Group of 1518 Children Aged 8 Years in Northwestern Poland—A Retrospective Study. Journal of Clinical Medicine. 2023; 12(8):2880.
  3. Prousali E, Haidich AB, Tzamalis A, Ziakas N, Mataftsi A. ‘The role of accommodative function in myopic development: A review.’. Semin Ophthalmol. 2022 May 19;37(4):455-461.
  4. Tideman JWL, Polling JR, Vingerling JR, Jaddoe VWV, Williams C, Guggenheim JA, Klaver CCW. Axial length growth and the risk of developing myopia in European children. Acta Ophthalmol. 2018 May;96(3):301-309.
  5. Zadnik K, Sinnott LT, Cotter SA, Jones-Jordan LA, Kleinstein RN, Manny RE, Twelker JD, Mutti DO; Collaborative Longitudinal Evaluation of Ethnicity and Refractive Error (CLEERE) Study Group. Prediction of Juvenile-Onset Myopia. JAMA Ophthalmol. 2015 Jun;133(6):683-9.
  6. Logan NS, Radhakrishnan H, Cruickshank FE, et al. IMI Accommodation and binocular vision in myopia development and progression. Invest Ophthalmol Vis Sci. 2021;62(5):4.

 

Autora:

Jenny Maritza Sánchez Espinosa, OD
Magíster en Ciencias de la Visión
Docente Programa de Optometría Universidad El Bosque

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